Un suave fluir de miradas perdidas, pupilas en blanco y negro sin luz que miran hacia cualquier sitio pero no ven nada, nada en su vagar mortecino y silencioso.
¿Alguna vez tuvimos un sitio donde nuestros ojos se deleitaban en la luz embriagante de la libertad?
Frialdad del concreto gris y corroído por el paso de días largos y ominosos. La soledad plagada de miradas inconexas me absorbe. Cuerpos corroídos arrastrando sueños en bolsas que cuelgan de sus torsos. He de unirme a su marcha ilusoria, un cuerpo más carente de luz esperando el ansiado final.
Pero aún las voces de las sirenas se oyen como murmullos lejanos y como ecos en las esquinas. Ruego me encuentren.